Aún muy lejos de una burbuja inmobiliaria
Las más recientes encuestas muestran cómo se extiende entre los ciudadanos españoles la impresión de que se está formando una nueva burbuja inmobiliaria, comparable a la que estalló en 2008.
Sin duda, hay claros factores que alimentan esa percepción. Algunos de ellos han surgido con la crisis del Covid, como el elevado ahorro embalsado tras las confinamientos que llevan a que el volumen de compraventas de viviendas crezcan este año a ritmos de dos dígitos. El pasado septiembre, el mes más reciente del que hay datos disponibles, lo volvió a demostrar con un avance superior al 16% de estas operaciones. En paralelo, a todo ello se suma también la influencia de fuerzas que actúan en este mercado desde mucho antes de la llegada de la pandemia. Es el caso del mayor avance de la demanda con respecto a la oferta (aunque no de un modo tan desequilibrado como en la primera década del siglo XXI). En segundo lugar, también influye la falta de suelo para nuevas promociones, cuya liberalización sigue arrastrando importantes lastres burocráticos. Como resultado, hay ya visos de que el precio de la vivienda terminará este año con un avance del 4%. Es un incremento abultado, pero no lo suficiente como para sustentar la creencia de que se está fraguando una nueva burbuja inmobiliaria.
Pese al avance esperado de los precios en 2021, estos todavía serán muy inferiores a los niveles propios del ‘boom’
Al contrario, pese al incremento esperado en 2021, los precios de la vivienda de segunda mano aún se situarán de media un 40% por debajo de los niveles que mostraban en los años del boom. Aún más lejos de esos excesos, se sitúa el volumen de crédito hipotecario, sujeto además a mayores garantías que en el pasado. Por tanto, a diferencia de lo ocurrido en 2008, el inmobiliario presenta estabilidad y contribuirá ahora a la recuperación del PIB.